Actualmente 24 mil personas mueren de hambre por día –75 por ciento son niños– en un mundo que puede generar alimentos para una población muy superior a la actual. Por Bernardo Kliksberg. Bernardo Kliksberg
Director del Fondo España-Pnud/ONU “Hacia un desarrollo inclusivo en América latina”
En el año 2008 la humanidad tuvo la segunda mayor cosecha de toda su historia. Sin embargo, según denuncia el organismo internacional Acción contra el Hambre, ese año murieron cinco millones de niños por hambre. En el Día Mundial de la Alimentación, instituido el 16 de octubre, y a pesar de los enormes avances tecnológicos en la producción de alimentos, no hubo mucho por festejar.
Actualmente 24 mil personas mueren de hambre por día –75 por ciento son niños– en un mundo que puede generar alimentos para una población muy superior a la actual. El número total de personas con hambre creció en nueve por ciento en el último año, y es ahora un récord: 1.020 millones, esto es, uno cada 6,5 habitantes de planeta. El 20 por ciento de los niños del mundo está desnutrido.
El hambre mata madres a diario. Fallecen anualmente durante el embarazo o el parto, 500 mil madres, el 99 por ciento en países en desarrollo. Una causa es la anemia que las madres con recursos evitan sin problema ingiriendo tabletas de hierro. Cuestan muy poco, pero las madres pobres no tienen para comprarlas.
Mueren por año nueve millones de niños menores de 5 años; de una tercera parte a la mitad, por diarrea, una de las consecuencias de la desnutrición.
¿Y por qué esta discrepancia enorme entre la capacidad de producción de alimentos, y tantas muertes por hambre?
El tema de la alimentación no es sólo un problema de producción. Cuanto más alimentos se produzcan mejor, pero el tema central hoy es el acceso a los mismos. En un mundo de groseras desigualdades como las llama la ONU, que hacen que las tres personas más ricas tengan más que el producto bruto del 20 por ciento de la población del orbe, muy amplios sectores no tienen trabajo, ni ingresos, ni protección para poder tener alimentos. A ello se suma la especulación activa en ese mercado, y su fuerte concentración monopólica, que inciden en la contradicción aguda por la cual los pequeños agricultores, con frecuencia, padecen ellos mismos hambre.
América latina es un caso de laboratorio de todo lo anterior. Produce anualmente alimentos para 1.500 millones de personas, y uno de cada seis niños sufre de desnutrición crónica. Los niños desnutridos son nueve millones, y los que están en riesgo de desnutrición componen una cifra igual.
Por otra parte, en una región donde la crisis está elevando la pobreza, muchas familias pobres recurren a la comida rápida, porque es más económica. Según lo advierte la Organización Panamericana de la Salud, está repleta de grasas ultra saturadas. Generan obesidad en gran escala, envenena las arterias y quita años de vida.
Según la FAO, con 30 mil millones de dólares todos podrían comer en el mundo actual. Es muchísimo menos de 10 por ciento de la asistencia a las entidades financieras cuyo mal manejo incidió fuertemente en la crisis actual.
Algo muy importante debe cambiar, y cuanto antes.
© La Voz del Interior
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